miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fin de año

Si por alguna razon el titulo da a pensar que en este espacio voy a hacer un recuento general del año... NO, no lo voy a hacer. Pero no por un tema de "ah, que gran o pesimo año tuve", mas bien por el hecho que ni siquiera se si fue mas positivo que negativo, o lo contrario, a pesar de ser un tipo que ve mas bien el lado positivo de todo.
No quiero ponerme a pensar en toooodo lo que pasó, ni en lo que falta de este corto fin de año; no tengo ganas.
Tampoco tengo ganas de pensar en el año que viene, en que voy a hacer, que va a ser mejor, que a la vez me importa y tambien me chupa un huevo y no tan asi... Me explico?
Me pone mal el hecho de siquiera pensar que tengo que pensar algo, no se que onda, estuve perdido muchas veces, pero no tanto como ahora. Mientras que es un momento dificil este por el que hoy paso, mi mayor referente no me habla (ni yo a el), ni se si me apoya y no lo quiero saber.
Puede que esté un poco mal la postura, que paso todo por arriba; la superficie me la conozco de memoria y por demas esta decir que al fondo no me quiero asomar.

En fin, a lo que venía era que se paso el año... Si, eso nomas queria decir. Ya no laburo en el mismo lugar, despues de tres años y ocho meses, tire la toalla, tenia ganas de irme, de no pensar mas, de no tener que volver para cierta fecha a Bs As, como hace tiempo queria. Dicen que todo gran cambio es para mejor... yo tengo mis dudas. Lo bueno es que estoy a punto de comprobarlo... o no. De hecho, lo unico que disfruto, es la cuota de suerte que acarrea todo el proceso.
No se que quiero, no se si quiero y no se no saber.

Felices fiestas, y que el año entrante los agarre menos en bolas que a mi.

Orbua

sábado, 4 de diciembre de 2010

Finde

Odio fervientemente a la gente que usa paraguas y anda por debajo de los techitos y no pienso decir nada mas de este tema. Gente grande che... La desconsideracion esta a la orden del dia.


-Che, que fecha es hoy?
- 4 de diciembre.
-Listo se fue el año.
-Claramente.

-Che, viste que esta de novia J...
-Si, ni me hables que me esta pasando una cosa re grosa...
-Que?
-Todas las minas con las que estuve (no en una relacion) se me pusieron de novias...
-Y pero vos tambien estas asi
-Si ya se, pero estaba buenisimo chatear y siempre salia el "Cuando nos vemos" "Si o si tenemos que salir a comer" etc, y me divertia eso a mi, como que tenia una cuota de "peligro" si lo queremos llamar de alguna manera, porque en la condicion que estoy viste, se entera y me manda a freir papas, que se yo, estaba bueno.
-"Te manda a freir papas"... Joven tu expresion.
-En fin las dos mas relevantes de los ultimos tiempos se me pusieron de novias, lo mas loco es que los dos pibes son medio robustos y ahi uno saca ventaja, ba no sere el pajaro Caniggia, pero todavia tengo una silueta ja!
-Que hijo de puta que sos, no empezaron a salir con otras personas que ya las queres cagar!
-Pero vos imaginate que ahora yo me siento abandonado...
-Pero si estas de novio!!!!
-Igual! Esos pibes me quitaron algo que yo queria, que era el estar ahi vigente, a mano, para un encuentro casual... En fin, me sienta bien ser el abandonado de a ratos, porque uno esta en una posicion, si se quiere, ventajosa.
-Pero si no te abandonaron, nunca estuviste formalmente con ellas! De hecho, no las veias nunca! Ademas, que ventaja podes tener siendo el abandonado!
-Es que no soy un abandonado comun, soy un abandonado sin sentimientos, entonces se lo puede usar claramente a favor de uno!
-Si, puede ser, que se yo...
-Pero bue, uno extraña esas pequeñas cosas de la vida...


Fin de año copado el que se viene!
Band on the run, escuchen ese tema que se me vuela la peluca

jueves, 25 de noviembre de 2010

Se notaba demasiado que esquivabamos las miradas.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.


Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.



De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.



Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

jueves, 4 de noviembre de 2010

NO SÉ MUY BIEN SOBRE QUÉ PIERNA BAILO, A VECES ME AGARRA...

Quisiera saber si con tantos interrogantes, tendrás la respuesta al único que predomina en mi vida en éstos momentos. ¿Cómo llegué hasta acá?. ¿Qué pasó?, ¿cómo fue?, ¿qué hice mal?, ¿qué no hice?. ¿En qué momento se torció mi camino?, nunca imaginé sentarme frente al espejo y ver lo que veo hoy. NADA. Y que venga gente y me diga cuánto valgo, lo especial que soy, que la vida es mucho más que un par de decepciones, fracasos y desencuentros... a mi no me consuela. Y no me encierro en mi dolor, apesar de todo, sigo dando... y me siguen robando, y no me quejo de eso, yo soy feliz dando todo lo que tengo a quienes creo que se lo merecen. ¿Pero dónde está el limite?, hay que saber cuando parar... y yo no te hago caso, o en realidad es algo que me falta aprender, no lo sé hacer.

Efímero. Así es todo en mi vida, pasa como si no pasara. Llevaba en el cuello colgada, una mariposa, no sé si consciente o incoscientemente, pero lo representaba. Una mariposa de color naranja, que según google, unos de los significados del color naranja son la fortaleza y la resistencia. ¿Casualidad o causalidad?. Hoy llevo el simbolo de la paz, con todo lo que esa palabra representa. Obviamente, paz es una de las muchas cosas que me faltan, pero no por eso dejo de buscarla... o de esperarla.

Siempre que alguien se va, alguien nuevo llega o alguien no tan nuevo, vuelve. Y es un volver a empezar continuo. Un final sin fin. Y no sé qué tan bien me hace conocer o dejar de conocer personas, historias, corazones. El tiempo me lastima, el tiempo me hace mal... y no sabés cuánto. Porque fuera de esto, que es mi burbuja no tan burbuja porque todo entra, y se queda, lo bueno y lo malo... el tiempo se va y con él lo que pudo ser... a las circunstancias las boicotea el tiempo... A los sueños también.

Ahora deicme, ¿Hacia donde voy?. ¿Me quedo sentadito en el limbo como el tema, me acuesto con la vida a mi lado y me empiezo a morir o le arranco una risa a este guapo dolor?, como el otro tema. Tantos temas que ya me voy de tema. Tantas verdades, aún volviéndome loco con Crisis.*, necesito una sola nomás, una que me ayude a cerrar los ojos y no pensar más. Yo ya me siento en el fin, y no quiero saltar al vacío... pero también sé que si mañana no estoy acá, me va a dar igual... porque mañana no hay más que lo que hubo ayer y que lo que hay hoy. Y sé que no te vas a dar el lujo de negarme una frase, porque siempre te las robo... Sólo te pido un consejo más que por siempre deba recordar...

Porque hay un cielo que está mejor, dice el Indio... te obligan siempre a volar así... ametrallado a sopapos. Y va a llegar ese día en que se desvanezcan tus alegrías y esa llamita que, apenas sos, se extinga y de ella no quede nada...

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La Amante

A veces no hay explicaciones, simplemente sobran...


La blusa negra, un poco transparente, dejaba entrever su ropa interior. Los pantalones de cuero ajustados y las botas, que le regalaban un poco de altura, hacían que no pasara desapercibida. Estaba elegante y sobria, como debía ser.

La invité a pasar y le indiqué un sillón para que se sentara. Con una sonrisa tímida ocupo el lugar y con su voz cálida se disculpó por la tardanza. Había tenido que quedarse a trabajar hasta tarde. La entendí y por eso no le recriminé las dos horas de espera. Sabía lo importante que era para ella su trabajo, había perdido los mejores años de su vida en él, pero parecía que no le molestaba demasiado.

Nos miramos en silencio por un largo rato. La noté más sombría que otras veces. Había algo distinto en su mirada que no lograba descubrir.

Se incorporó, tomó dos vasos y sirvió lo primero que encontró en el bar. Me acercó uno y volvió a ocupar su lugar. Dejé el vaso en el piso, encendí un cigarrillo, y le pregunte si aún me amaba.

Tomo una actitud de resignación que me hizo sentir vulnerable, se le endurecieron las faccionesy un brillo extraño visitó sus ojos. Temí oír su respuesta.

Se acomodó en el sillón blanco y me miró fijamente mientras sus labios se movían despacio y casi sin voz pronunciaban un “aún te amo”.

Le sonreí y con la mirada la invité a la cama. La tristeza que había en la casa se podía respirar, ella seguía sombría. Se hundió tanto en su asiento que pareció que el sillón se la estaba tragando. Desde allí me dijo con la solemnidad, que era costumbre en ella, que esa noche venía a llevarme.

Le sonreí nuevamente, me incorporé, la tome de la mano y la arrastre hacia la habitación.

viernes, 29 de octubre de 2010

Viernes de superaccion.

                                                                  El Polvo de Ladrillo.

Gran blog. Lo linkeo mas abajo.

domingo, 24 de octubre de 2010

...

Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.

Que te crezca, en cada uno de los poros,una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.

Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un madero.

Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.

Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.

Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante, de lamerle la cerradura.

lunes, 11 de octubre de 2010

Rocky Racoon

Now somewhere in the black mountain hills of dakota
There lived a young boy named rocky raccoon
And one day his woman ran off with another guy
Hit young rocky in the eye, rocky didnt like that
He said Im gonna get that boy
So one day he walked into town
Booked himself a room in the local saloon

Rocky raccoon checked into his room
Only to find gideons bible
Rocky had come equipped with a gun
To shoot off the legs of his rival
His rival it seems had broken his dreams
By stealing the girl of his fancy
Her name was magil and she called herself lil
But everyone knew her as nancy

Now she and her man who called himself dan
Were in the next room at the hoe down
Rocky burst in and grinning a grin
He said danny boy this is a showdown
But daniel was hot - he drew first and shot
And rocky collapsed in the corner

Now the doctor came in stinking of gin
And proceeded to lie on the table
He said rocky you met your match
And rocky said, doc its only a scratch
And Ill be better, Ill be better doc as soon as I am able

Now rocky raccoon he fell back in his room
Only to find gideons bible
Gideon checked out and he left it no doubt
To help with good rockys revival

miércoles, 6 de octubre de 2010

Espantapajaros 3

Nunca he dejado de llevar la vida humilde que puede permitirse un modesto empleado de correos. ¡Pues! mi mujer —que tiene la manía de pensar en voz alta y de decir todo lo que le pasa por la cabeza— se empeña en atribuirme los destinos más absurdos que pueden imaginarse.


Ahora mismo, mientras leía los diarios de la tarde, me preguntó sin ninguna clase de preámbulos:

“¿Por qué no abandonaste el gato y el hogar? ¡Ha de ser tan lindo embarcarse en una fragata!... Durante las noches de luna, los marineros se reúnen sobre cubierta. Algunos tocan el acordeón, otros acarician una mujer de goma. Tú fumas la pipa en compañía de un amigo. El mar te ha endurecido las pupilas. Has visto demasiados atardeceres. ¿Con qué puerto, con qué ciudad no te has acostado alguna noche? ¿Las velas serán capaces de brindarte un horizonte nuevo? Un día en que la calma ya es una maldición, bajas a tu cucheta, desanudas un pañuelo de seda, te ahorcas con una trenza de mujer.”

Y no contenta con hacerme navegar por todo el mundo, cuando hace dieciséis años que estoy anclado en el correo:

“¿Recuerdas las que tenía cuando me conociste?... En ese tiempo me imaginaba que serías soldado y mis pezones se incendiaban al pensar que tendrías un pecho áspero, como un felpudo.

“Eras fuerte. Escalaste los muros de un monasterio. Te acostaste con la abadesa. La dejaste preñada. ¿A qué tiempo, a qué nación pertenece tu historia?... Te has jugado la vida tantas veces, que posees un olor a barajas usadas. ¡Con qué avidez, con qué ternura yo te besaba las heridas! Eras brutal. Eras taciturno. Te gustaban los quesos que saben a verija de sátiro... y la primera noche, al poseerme, me destrozaste el espinazo en el respaldo de la cama.”

Y como me dispusiera a demostrarle que lejos de cometer esas barbaridades, no he ambicionado, durante toda mi existencia, más que ingresar en el Club Social de Vélez Sársfield:

“Ahora te veo arrodillado en una iglesia con olor a bodega.

“Mírate las manos; sólo sirven para hojear misales. Tu humildad es tan grande que te avergüenzas de tu pureza, de tu sabiduría. Te hincas, a cada instante para besar las hojas que se quejan y que suspiran. Cuando una mujer te mira, bajas los párpados y te sientes desnudo. Tu sudor es grato a las prostitutas y a los perros. Te gusta caminar, con fiebre, bajo la lluvia. Te gusta acostarte, en pleno campo, a mirar las estrellas...

“Una noche —en que te hallas con Dios— entras en un establo, sin que nadie te vea, y te estiras sobre la paja, para morir abrazado al pescuezo de alguna vaca...”

jueves, 30 de septiembre de 2010

Gotán

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.


Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.


Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.


Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Memorias de un wing derecho



Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseño nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing “ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba y contra la raya.
Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más.
Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo... ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien yo hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro. debe llevar más de 12.000 goles. por debajo de las patas... Y...¡el tipo está ahí!
donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es maño tampoco. Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco.
Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000 goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos escegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está ésta cancha! ¡Qué lástima! Qué poco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable.
Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro.
¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre 20 y 25 años personal viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy vamos a andar bien”. porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia , nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que aguantar cada cosa.
¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como 30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquél día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era
un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manajaba a los tres era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Ibamos perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la masé y un par de veces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no
me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la
derecha y ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro, lo había escuchado.
Cuando yo me abrí para la derecha ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató al Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido fue ése! Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como “pluic” “plinc” , “clun” y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad. ¡Por favor!

lunes, 27 de septiembre de 2010

BIGOTE NO!

Consejos para ser "progre"
A pesar de toda esta historia que se generó por mi participación en el programa de Dolina -que se emite por Radio 10- mucha gente, de todos modos, me ha llamado por teléfono o enviado emails diciéndome:
"Gille: yo quiero ser progresista, pero no sé cómo hacer"
Y es verdad, tener simpatía por la izquierda no es tan fácil como parece, aunque la región en estos momentos se encuentre gobernada por varias de sus figuras representativas... o que aparentan serlo.
Por eso, voy a dar algunos consejitos sencillos para que usted pueda ser una persona de los hoy llamados progres.
Elementos en la casa
En el hogar deberán tener algunas cosas obligadas como: mate (un básico), miel, alpargatas (aunque no las use, mínimo tener un par), sahumerios, una imagen de Mafalda, gato o perro de la calle, algo del "Che" (poster, pin, remera, biografía o los diarios de viaje), un disco de Manu Chao, alguno de Silvio Rodríguez, otro de Peter Gabriel, un par de jazz (Coltrane, Parker o Miles) y una guitarra (aunque no sepa tocar).
Lugares habituales
El consultorio del psicoanalista pasará a ser su segundo hogar. Frecuentar librerías por Av. Corrientes. San Telmo es una buena alternativa para pasear y comerse un choripán. En las vacaciones: curtir el Valle de Traslasierra, La Pedrera o El Bolsón (no estará mal visto la posibilidad de quedarse a vivir envasando mermeladas). Viaje a Cuba alguna vez en su vida. Cruce a Montevideo para la "llamada" cuando empieza el carnaval.
Consumo
La persona progre debe fumar (si es pipa o tabaco negro, mejor). Debe tomar vino (si es tinto, mejor). Debe ir al teatro (si es comprometido y under, mejor). Debe ver películas lentas (cuanto más lentas, mejor). Asista al BACIFI, compre bastante artesanía (pullover de lana cruda, poncho, mantas indígenas, ocarina) y jáctese de tener la colección completa de La Maga. Ser vegetariano es una buena elección (el conservador es más carnívoro). Seinfeld sí, Midachi, no.
Estudios
El nivel de instrucción por lo general tendrá que ser bueno. En caso de elegir pasar por la universidad, las carreras a elegir son: psicología, sociología, antropología, letras. El joven que opte por no ingresar a una casa de altos estudios se volcará al teatro, cine o bellas artes. No va de la mano con esta línea de pensamiento -de ninguna manera- querer ser instructor de tae bo.
Casamiento
La gente progre no se casa. Habitualmente trata de vivir en concubinato y los hombres llaman a su esposa "mi compañera". En todo caso, si resuelve contraer matrimonio, nunca lo haga por iglesia, a lo sumo a través de un rito extraño. La fiesta se celebrará en su casa, hay que ofrecer empanadas o asado con vino y listo. No debe haber torta de casamiento, ni cintitas, ni carnaval carioca, menos aún liga. Como pareja emblemática prefiera la de Simone de Beauvoir y Sartre a la de Valeria Mazza y Ale Gravier.
Hijos
Los progres han de enviar a sus hijos a la escuela pública y le prohibirán los mensajitos de texto y la play. Les regalarán muchos libros y habrán de mezquinarles juguetes. Nombres preferidos: Ernesto, Federico, Camilo, Farabundo. No les corten el pelo y -por favor- acepten que no se quieran bañar porque esa decisión es un acto de diferenciación, rebeldía y temple. Toleren que sus hijos los insulten, es el primer paso para que aprendan a enfrentarse al poder.
Arte y Literatura
Sus autores de cabecera pasarán a ser Arlt, Cortázar, Marechal, Pizarnik, Galeano. Citar con frecuencia a Habermas, Baudrillard y Sontag. Si es joven lea a Rodrigo Fresán. Sí o sí comprar "el dipló". Frecuentarán exposiciones de Carlos Alonso, Man Ray o Duchamp. Desacreditar a Beto Casella como filósofo popular... no tanto por ideología sino porque estoicamente hay que sostener que no miran televisión.
Deportes
Por lo general no son muy deportistas (progre con tubos y tabla de lavar en lugar de abdominales es más raro que poder ver a Macri en sunga y tatuado). Son atletas sólo del café con debate, de preferencia en algún bar notable de Buenos Aires. Aceptan el fútbol como un fenómeno sociocultural y aquellos que realmente gustan de este juego están más identificados con la idea "menottista" que "bilardista".
Detalles personales
Usar algún tipo de sombrero, gorro o boina. Descarte la ropa entallada, siempre pantalones y camisas sueltas. En la mujer, mucha pollera larga. En el hombre, no a las botas texanas. Hoy en día es infaltable el morral. Usar el pelo largo aunque sea medio pelado o bien raparse totalmente (Telerman look). Puede tener barba, nunca bigote!!!

viernes, 17 de septiembre de 2010

Viernes!

Buena onda que pase tan rapido la semana. Parece como se te alarga el Fin de la misma, pero al fin todo sigue durando lo mismo, asi que no hay que mentirse. Pero bue, no hay nada que hacer asi que dejo algo para el finde. Lo siguiente se encuentra en "El libro del Fantasma" de Alejandro Dolina a quien admiro y he sabido pasar noches leyendolo. Ahi va.


Venganza I


El rey Francisco I de Francia era un soberano muy galante. Los cronistas de la época aseguran que solía ejercitar su vigor hasta ocho veces en un día. Entre tantas queridas como tuvo, figuraba la esposa de un abogado llamado Jean Feron. Usualmente, los esposos de las amantes del rey se mostraban complacientes y tal actitud era bien recompensada.
Pero Feron enloqueció de celos y resolvió vengarse de su mujer y de Francisco. Para ello empezó a frecuentar los burdeles tratando de contagiarse la sífilis. Era su propósito infectar a su esposa para que ésta contagiase luego al rey.
Algunos historiadores opinan que lo logró. Efectivamente, Francisco I fue uno de los sifilíticos más célebres de Europa, y en general suele creerse que murió a causa de esa enfermedad. Sin embargo, los médicos que le hicieron la autopsia hallaron un absceso en su estómago, los riñones deshechos y las entrañas podridas. Por otra parte, el diario íntimo de su madre, Luisa de Saboya, nos revela que Francisco había contraído el mal de Nápoles en 1512, mucho antes de conocer a la mujer de Feron.
No sabemos si el abogado llegó a conocer la inutilidad de sus procedimientos. Algunos consideran que hubo aquí una segunda y definitiva venganza, ejercida previsiblemente por el destino. Otros, como Manuel Mandeb, opinan redondamente que la venganza amorosa es una institución inútil. Dice Mandeb: "El enamoramiento genera inferioridad. El amado ejerce un dominio, un poder sobre el amador. Es ese poder el que lo capacita para causar daño. Suele suceder que algunos actos del que domina lastiman al dominado. Los reclamos y argumentos legales son generalmente desoídos por el poderoso. Y es allí donde el herido siente deseos de vengarse. Pero las mismas circunstancias que lo empujan a la venganza son las que le impiden concretarla. Para vengarse de alguien hay que ejercer un poder. Muchas veces el amante despechado aguarda largos años un cambio en la situación, una modificación en los sentimientos del otro, y en los propios, que le permita situarse en una posición ventajosa. Si esto ocurre, si el dominado pasa a ser dominador, la venganza es posible. Pero entonces ya no es deseada."
Es decir, uno desea vengarse cuando no puede y cuando puede no lo desea. Por lo tanto, la venganza amorosa es imposible.


Buen finde! yo por mi parte estoy yendo a ver a Drexler presentar su ultimo disco ("Amar la Trama") el cual me encantó y recomiendo.

Salud!!!

A.

martes, 14 de septiembre de 2010

Contagióse señora?

Hoy contagie un bostezo por la calle! Me parecio muy bueno, y por esto, ahi va mas o menos lo que encontre:


Por empezar, el diccionario define al bostezo como “acción incontrolada de abrir la boca, con separación muy amplia de las mandíbulas, para realizar una inspiración profunda a la que sigue una espiración de algo menos de lo inhalado, con cierre final. Cuando se bosteza, además, se estiran los músculos faciales, se inclina la cabeza hacia atrás, se cierran o entornan los ojos, se lagrimea, se saliva, se abren las trompas de Eustaquio del oído medio y se realizan muchas otras, aunque imprecisas, acciones cardiovasculares, neuromusculares y respiratorias”.

En fin es muy común que se escuche decir que el bostezo produce un efecto contagioso, es decir, si una persona bosteza, provocará que otra persona también lo haga, suele darse un efecto en cadena. Una de las razones, aunque para esto son todas poco claras, es que posiblemente se deba a una especie de “poder de sugestión” ja.

Yo por mi parte, me voy a lavar la cara porque no me gusta andar sugestionando a la gente.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Dejo algo para el finde... Todavia no se si hablo solo, pero ma o meno por ahi anda eh!

Es viernes asi que la hacemo corta vió? De un gran amigo les dejo esto, que no estoy seguro bien que es, pero me parece inquietante o algo.
Abrazo palomar!


Ahora sí, la cuestión tortuosa que esta mañana me zumba es que manejar con cierta pericia de “piloto de formula uno” la diferencia de edad entre dos personas es algo sumamente difícil y solo puede funcionar si se adquiere esa destreza, la anteriormente citada, ser un “As del temple”, o ser un “piloto de la puta madre”. No queda otra… hay asuntos que si no se ponen en claro, el tema lisa y llanamente no funciona, y ahí radica el germen de los ataques histriónicos que le brotan a uno cuando la incomprensión por parte del otro es tan visible que hasta a veces encandila.


Esta brecha tan evidente se agiganta cuando se tocan temas en la pareja como: lugares para el esparcimiento, o sea “che, que hacemos este findesemana? hé?” las opciones comienzan a surgir al principio tímidamente, “y capaz que vamos al campo… parece que este findesemana van unos cuantos, si no alguna banda buena tiene que tocar, no?” v.s “Este viernes abre Mint! Vamos a Rumi que esta buenísmo o a Liquid (nunca llegue al cartel para ver como se escribe) que no cobran entrada… Si o si vamos de una!!!”

Actitud culinaria, algo sumamente importante, más de lo que algunos/as sospechan, por tal descuido surgen desvaríos como: “y… si querés comprate algo, lo que vos quieras comer…, lo que sí, comprame un vinito así miro el partido tranquilo mietras cocino…” v.s “che! donde quedó el imán de “solo empandas” ¿??”

En algunos casos ambos son laboralmente activos lo cual ayuda al crecimiento de la pareja aunque, hay ciertos hechos que la sacuden bastante. Por ejemplo: “vos sabés que el pelotudo de mi jefe ahora quiere que entre más temprano por que dice que a la mañana no atiende nadie el telefono” v.s “vos sabés que tenemos una compañera nueva en la oficina, es pendeja, debe tener unos 22 algo así, parace que es copada… (silencio sepulcral de 5 a 7 segundos) es fea he… ” Corten!!! aprovecho esto para dar un consejo sano, lo de “fea” es un refuerzo innecesario por que desata el caos automáticamente, hace más combustión que un Criadores (Tarquino – Niaguara – Virtuoso) se los aseguro y además al decir eso se cae de maduro que tu nueva compañera explota!!!. Sigamos…

Situación: Asado, cena, quermés, lo que fuere… no hace falta explicar o denotar que: pongamos diez o quince persona alrededor de una mesa y pueden empezar hablando de el palo que se pegó Mariana de Melo y terminar dilucidando una formula de quinto año de ingeniería química y darse cuenta que entrar al Balseiro es una boludez total… dejando de lado los temas candentes como: El hijo de puta de Bush, los campeonatos arreglados de Boca, quien tiene el o la jefe/a más buena onda, “un aplauso para el asador che!!!”, que Bastida se lo empoma a Fantino, Alan Pauls es realmente bueno o es sólo una moda, donde anda la Bersuit?, este invierno se van a usar alpargatas de aluminio vieron?, que buen cambio se mandó Cabré… en f in… ahora lo repite más fuerte, “che!!! Un aplauso para el asador che!!!” o cocinero o para la que trajo la torta de “Selva Negra”… luego del alarde hay que volver a retomar la charla no? Es ahí donde la pareja tiene que estar más unida que nunca por que fija que alguien en ese silencio lleno de suspiros y sillas que se mueven alguien queriendo dar la nota humorística y mirándote de reojo dice con vos finita “como chupa la nena he???!!” y vos con la mejor sonrisa la mirás y ves como ella esta sacudiendo la botella de Fernet… estrujandola para que caiga todo (por que parece que siempre queda algo en el fondo viste?) la seguís mirando por que pareció no haber escuchado nada… y de golpe gira la cabeza y entre carcajadas “tipo hiena barrios” te dice “y vos de que te reís? Que tenés más sed que Bob-“es-ponja”!!! y en ese momento…. Es risas y un beso cómplice, o… alguno queda automáticamente resentido, se prende un pucho y sigue la charla arrancando con cualquier tema… “Che! Al final de dejaron de joder con el código da vinci y todo eso viste…?” Por su puesto, cuando se llega al departamento lo más probable es que alguno de los dos diga a modo de comentario… “che… al final no estuvo tan aburrido…” lo que quiere decir que: o todos eran amigos de ella… o todos eran amigos él… y lo que marca de movida es que, ya la decisión de ir (para el caso que sea) fue un embole total…

martes, 7 de septiembre de 2010

La Garrapata

¿Gran imaginación, dice usted? No crea. Oscuridad, persianas, crujidos de muebles, son cosas inofensivas, perfectamente comprensibles, reales e inocentes como esta calle y este crepúsculo. Hay alrededor de nosotros, sin embargo, en ese mendigo que pasa o en aquella mujer que corre, enigmas más tenebrosos, monstruos más fantásticos que los ángeles deformes del Apocalipsis: en el hombre, amigo mío, están los monstruos. Él los inventa y de él se alimentan, como los vampiros de las historias góticas. Usted se estremece. Es bueno eso. Apurémonos un poco, está anocheciendo. (...)

jueves, 2 de septiembre de 2010

Fermin (continúa)

–Al siete y medio, pago.
La mano del tallador, morena y flaca, con una uña agresivamente larga en el meñique, levantó de
la mesa los mugrientos pesos que se apelotonaban junto a los naipes.
Se le achicaron, amarillos, los ojitos a Fermín. Ya hacía rato que el aire estaba caliente bajo la
lámpara, espeso de humo y de ginebra. Fermín agachó la cabeza. Después, mirando al morocho por
entre las cejas, preguntó, pausadamente:
–¿Qué era lo que decía Ortega? En la mesa hubo como un sacudón.
El chinón, despacito, se abrió la camisa hasta la altura del cinto. Luego, también despacito,
comenzó a pasarse un pañuelo por el pecho sudoroso. Junto al ombligo, ingenuamente asomaba la
culata del Smith & Wesson.
–¿Andas con ganas de ir a preguntárselo?
El morocho era filoso. Fermín sintió que la cara le ardía como si le hubieran pegado un tajo. Miró
alrededor. Los hombres –Ramón también– rehuyeron sus ojos. A todos los había cacheteado la
fanfarronada del moreno.
–Ta bien –murmuró Fermín–. Ta bien, me vuelvo a casa. Vos, Ramón, ¿venís? No, mejor
quédate. Todavía no te robaron todo.
Dio la espalda a la mesa y, arreglándose el pantalón a dos manos, encaró la cortina. Lo paró en
seco la voz del morocho:
–¡Che!
Fermín se dio vuelta como tiro, buscando en la cintura el cuchillo que no tenía. Al otro le había
aparecido el revólver en la mano. Sonrió:
–Te olvidas de algo –dijo, señalando con el caño hacia un rincón. Fermín se agachó a recoger el
paquete de la Paula.
Me han basureao gran puta el político de mierda ese tenía razón somos guapos en las casas nos
roban la plata y tamos contentos. Fermín estaba parado en la puerta del prostíbulo.
Llamó de nuevo.
–Che, ¿te crees que nosotras no dormimos? –la voz opaca de doña María precedió a su rostro que,
hinchado, asomó detrás de la puerta a medio abrir:
–¿A quién buscas?
–A la pueblera.
–No se puede, ya no atiende. Está acostada.
–Mejor si está acostada...
La mujer frunció la boca, dubitativa; luego, repentinamente desconfiada, preguntó:
–¿Traes plata?
–No.
–¡Ah, no m'hijito! A esta hora y con libreta, no. Fermín puso el pie antes de que la puerta se
cerrara:
–Oí... Traigo esto. Si te va apretao, lo cambias mañana. Y le alcanzó el paquete.

lunes, 30 de agosto de 2010

Fermín.

Fermín no era mejor que nadie, al contrario, tal vez fuera peor que muchos. No necesitaba estar
muy borracho para romperle las costillas a su mujer, y prefería ir a gastarse la plata al quilombo en
vez de comprarle alpargatas al chico. Era sucio, pendenciero y analfabeto. Opinaba que no se
precisa ir al colegio para aprender a juntar fruta.
Sí, indudablemente Fermín no era una excepción en los montes del francés. Según contaban los
juntadores, debía una muerte. Había sido en Santa Lucía, en un baile. Al otro le decían el chileno.
Fermín, en pedo, le manoseó la mujer, y el chileno cuando quiso echar mano ya tenía medio metro
de tripa por el piso. Claro que ésa no era la única historia fea que corría por los montes, varios había
con asuntos parecidos. Por eso, cuando para las elecciones vino ese político y gritó ustedes los
trabajadores son la esperanza de la patria porque en ustedes todo es puro, auténtico, porque ustedes
todavía no están corrompidos, Fermín no pudo reprimir una sonrisita maliciosa. Y no sólo a él le dio
risa.
–Ni en las casas me piropean tanto –comentó bajito.
Y era cierto. En su casa también sospechaban que Fermín no era, del todo, un varón ejemplar.
Borracho putañero, eso sí le decían. El día menos pensado me lo agarro a mi hijo y no nos ves más
el pelo. Eso sí le decían. Eso sí que sonaba auténtico. Pero la Paula no era capaz de irse, por qué se
iba a ir, si el Fermín la quería. Además, unos cuantos garrotazos por el lomo y la mujer se calma.
Desde que había hablado el político, sin embargo, Fermín no les pegaba, ni a la Paula ni al
malandrín de su hijo. Al fin de cuentas, cosas que dijo el hombre no daban risa, sobre todo cuando
Cardozo el más chico medio lo provocó y él, de ahí nomás de la tribuna, vea, le dijo, eso no es ser
guapo, amigo, seguro que si el francés los grita no hacen la pata ancha. Y que la hombría se les
despertaba en casa, con la mujer. Esa parte le había gustado, porque no era del discurso; le había
gustado que dijera pata ancha. Y además tenía razón. Claro que en todo no tenía razón. A veces es
un desahogo dar vuelta la mesa de una patada, o reventar un plato contra la pared.
El siete y medio también es un desahogo. Porque a Fermín, como a cualquiera, le gustaba el siete
y medio. De noche, en el almacén del zarateño se armaban lindas tenidas. El tallador era un chinón,
clinudo, que imitaba los modales de los compadres puebleros, rápido para la baraja casi tanto como
para el chumbo. Una sola vez lo habían visto actuar; el finado Ortega le gritó aquella noche:
"¡Dame mi plata! Yo sé que estás acomodado con el francés pero, lo que es a mí, no me volvés a
robar." Y no volvió a robarle. El otro lo mató ahí nomás, en defensa propia: Ortega tenía el cuchillo
en la mano cuando se refaló junto a la mesa. El comisario de San Pedro tomó cartas en el asunto, se
lo vio conversando con el francés: a partir de esa noche quedó prohibido entrar en la trastienda del
boliche, con cuchillo.
El político también habló de eso. Según dijo, venía a tener razón el finado Ortega. Claro que el
político era del pueblo (veinte kilómetros hasta el monte más cercano) y que en el pueblo uno podía
divertirse de otra manera; dos cines, dicen que había.
Sea como sea, de una semana atrás que Fermín andaba pensativo. Y esa tarde, al cobrar, se quedó
un rato con la plata en la mano, mirándola. ¿Venís a lo del zarateño?, oyó a la pasada y no supo qué
contestar, se le atragantó una especie de gruñido. En el almacén de Ramos Generales había visto un
vestido colorado, a lunares grandes. Lindo.
–A que se lo llevo a la Paula –decidió de golpe.
Y entró, y salió con el paquete bajo el brazo, y no compró alpargatas para el chico de casualidad.
Iba a pedirlas pero le dio risa. Cha, qué bárbaro, se escuchó decir.
–Ni sé el número –dijo.
Cha que bárbaro, realmente. Ahora, en el camino hacia su casa, arrastrando el paso, mirándose
fascinado el dedo que asomaba abajo, en la punta de la zapatilla, Fermín pensaba.
–¿Andas enfermo, Fermín?
–Eh, no. ¿Por?
–Digo. Por el tranco –el otro lo miraba, con intención–. Y como te volvías tan temprano.
Era cierto, gran siete. Desde el otro sábado que le debía un trago al Ramón. Entonces lo convidó
al boliche. Y Ramón dijo que sí, después dijo:
–¿Y ese paquete?
–El qué. –Fermín se encogió de hombros y sacó el labio inferior hacia afuera, medio sonriendo. –
Nada.






Lo del zarateño estaba lindo. Al fin de cuentas la Paula no lo esperaba hasta mucho más tarde y
no era cosa de darle un susto, y una ginebra no le hace mal a nadie, ¿no?
Iban tres vueltas. Entonces Fermín se dio cuenta de que, de este modo, seguía debiendo una copa.
–Ginebra, zarateño, pa mí y pal hombre. Con el dedo índice tocó al hombre en el pecho y,
echándose hacia adelante, agregó:
–Porque yo soy de ley, amigo.
La ginebra es áspera. Por eso, después del cuarto trago, la voz de Ramón era un poco más
solemne que de costumbre:
–Yo también soy de ley, Fermín... ¡A ver, patrón!: dos ginebras.
–Ta bien, hermano; los dos somos de ley. Pero, la próxima, yo pago, y quedamos hechos.
–Ta bien.
Fermín tenía los ojos clavados en la cortina de la trastienda; vio en seguida cuando los hermanos
Peralta salieron del interior. Eso significaba: dos sitios.
–¿Probamos?
–Probemos...

                                                                                                             

lunes, 23 de agosto de 2010

La Pura Verdad

La pura verdad

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.


Paco Urondo

más info: http://www.literatura.org/Urondo/

sábado, 21 de agosto de 2010

Teología/2

El dios de los cristianos, Dios de mi infancia, no hace el amor. Quizás es el único dios que nunca ha hecho el amor, entre todos los dioses de todas las religiones de la historia humana. Cada vez que lo pienso, siento pena por él. Y entonces le perdono que haya sido mi superpapá castigador, jefe de policía del universo, y peinso que al fina y al cabo Dios también supo ser mi amigo en aquellos viejos tiempos, cuando yo creía en El y creía que El creía en mí. Entonces paro la oreja, a la hora de los rumores mágicos, entre la caída del sol y la caída de la noche, y me parece escuchar sus melancólicas confidencias.No había manera de entrar en confianza. No presentaba el mínimo intersticio que permitiera penetrar en su intimidad. Apenas lo tocaba con la yema del dedo, se volvía redondo. Y como se sabe, la esfera es la más reservada de las formas.

jueves, 19 de agosto de 2010

Teología 1

El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia
y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me
amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si
merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me
salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase
media; y al fin y al cabo, se hará justicia.
Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero
ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa
los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de
mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención,
la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No
codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si
fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el
noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal
está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.

O no!?

lunes, 16 de agosto de 2010

Salgan.

Falta tanto para que pase el día que los minutos van camuflando la ansiedad con un disimulo decrépito, pero lo bueno es que sé que es un día nuevo y eso, aunque esté viciado de infinidades de sucesos ocurridos en días pasados, no merece ni el más mínimo intento de autodestrucción. Borges escribió una vez: “la lluvia es una cosa que sin dudas ocurre en el pasado”, para algunos son sólo gotas, para otros tal vez sean como ansiosas suicidas que se llevan con ellas tantos siglos de historia, tantos siglos de vida echa sal. Para otros, la lluvia sólo es el llanto de la naturaleza y la oportunidad de ser un poco más romántico, melancólico, o simplemente el clima ideal para cerrar los ojos y dejar que el sueño gane. Hay algunos que piensan que las gotas, así como las hojas caen por algo y para que otras, totalmente nuevas, limpias, inocentes aparezcan, vivan.Nadie las entierra, fueron vida y nadie las despide… nacieron, danzaron con el viento y cayeron… Mientras mueren, un libro se abre mansamente entre dos manos y nace una nueva vida y en una canción hubo melodías retorciéndose de celos para poder estar en los labios de alguien, en una fugaz mirada nace un nuevo amante y tras una rutinaria caricia, se abraza y se encuentra la felicidad por infinita vez.
Cosas… que sólo esperan su turno.

sábado, 7 de agosto de 2010

No entiende...

Yo le había dado el fondo. Usted quiere, además, lo de encima, la apariencia, los mimos, la atención, los desplazamientos, todo lo que me he matado tratando de explicarle que no podía darle.

lunes, 2 de agosto de 2010

Y si...

Cuánto más inteligente, profunda y sensible es una persona, más probabilidades tiene de cruzarse con la tristeza.

sábado, 31 de julio de 2010

Larrrrrrrrrrrrguemoooo!!!

TN decreta que hacen 4º de sensacion termica... Para que?, si con la temperatura ya alcanza! Pero no, ellos necesitan meter miedo con la ST. Y de quien es esa sensacion de todos modos? Quien es el que dice "hoy siento que hacen 4 grados" o llaman a alguien y le dicen "che, decime en grados exactos, cuanto frio estas sintiendo". En fin, no los senti a los 4 grados hasta que baje en diagonal norte y se me congelo la capucha del buzo azul que no fue pensado para el frio malvinense que hace.

A pesar de todo, tamo arrancando bien, tengo fulbo por la tarde, ta sonando Silvio, tomo una cindor e impresionome al ver que su calidad no baja, y que una shocolatada casera nunca va a tener el mismo gusto (porque estoy flojo de Solucion de sacarosa y tripolifosfato de sodio, porque si no! Igual no quiere decir que una sea mejor que otra, ambas tienen sus encantos).
Asi que larrrrrrrguemo!

Ponete un temita de groove collective, sentate bien, afila el oido y guarda que de tanta onda, se te puede volar la peluca, ojaldre!

jueves, 29 de julio de 2010

El Candelabro de plata.

Nunca he podido dominar mis impulsos. En este sentido me reconozco un sujeto primitivo, puro (o bestial), incapaz de adaptarse al florido mundo, donde para tranquilidad de la hermosa gente se cultivan con sensatez todas las formas del buen gusto, la hipocresía y el cinismo. Pero, al menos, hoy he comprendido algo; lo he comprendido después de lo que paso esta noche; soy un hombre bueno. No lo digo, no escribo esto, para justificar nada. No. De ocurrirme semejante cosa debería admitir que yo mismo repudio lo que he hecho, y no es cierto, y aunque fuera cierto: acabo de hacer feliz a un miserable, quién podría juzgarme, quién sobre la tierra (quién en el Cielo) se atrevería a juzgarme.
   Mejor, vayamos por partes. Todavía estoy borracho perdido: pero tratare de ser coherente.
   Todo empezó esta misma tarde, es decir: la tarde de ayer, puesto que ahora deben ser las tres o las cuatro de la mañana. Madrugada del 25 de diciembre de 1956. Navidad. Sobre la mesa, Todavía quedan restos de la insólita fiesta. El candelabro de plata –más anacrónico que nunca en medio de la suciedad y la pobreza que lo rodea– parece ocuparlo todo ahora. Nunca he comprendido por qué este candelabro no ha ido a parar, como las otras pocas cosas heredadas de mi padre, al Banco de Empeño, o al cambalache. En esto, pienso, se parece a la conciencia. Creo que ya nunca voy a poder desprenderme de él.
   Digo que empezó a la tarde. Vagabundeaba yo por los zaguanes más sórdidos del Dock, cuando, al escuchar unos gritos y risas que venían de un cafetín de los muelles, reparé en la fecha. Paradójicamente, me vi en el viejo parque de nuestra casa. Las luces, las esferas de colores: recordé todo eso, recordé el portalito que yo mismo, mezclando hasta el absurdo ríos azules y arpilleras nevadas, construía todos los años en mitad del jardín (me acuerdo ahora del Dios-Niño, siempre espantosamente grande en relación a su divina madre, como justificando al fin lo milagroso del alumbramiento), y sentí un asco tan profundo por mi vida que –como quien se lava– decidí celebrar mi propia Nochebuena.
   La idea parecerá trivial, pero a mi me apasionó y, antes de las diez, también había fiesta en este innoble agujero donde vivo. Con orgullo pueril, de chico, me senté a contemplar el espectáculo. El candelabro labrado, en el centro de la mesa, parecía irradiar su antigua nobleza hacia todos los rincones. Al principio me sentí bien: era una sensación extraña, como de paz –un gran sosiego–, pero poco a poco empecé a preocuparme. Qué significaba todo esto, para qué lo había hecho: para quién; podría jurar que en ese preciso instante supe que estaba solo. Y por primera vez en muchos años necesité, imperiosamente, de alguien. Una mujer. No. Rechacé la idea con repulsión. Hubo una sola capaz de ser insustituible (capaz de no ser insoportable) y esa no vendría ya. Nunca vendría.
   Entonces recordé al viejo checoslovaco.
   Lo había visto muchas veces en uno de esos torvos cafés del puerto que suelo frecuentar cuando, embrutecido de ginebra, quiero divertirme con la degradación de los demás, y con la mía. Pobre viejo: semioculto en un recoveco, siempre igual, como si formase parte de la imagen infame de la cantina, fumando su pipa, mirando fijamente un vaso de bebida turbia. Nunca habíamos hablado. Jamás lo hago con nadie –llego y me emborracho solo, a veces también escribo alguna cosa absurda que después arrojo al primer tacho de basuras que encuentro a mi paso–; pero yo sabía que él me miraba. Era como si una ligazón muda, un vínculo invisible y misterioso, nos uniera de algún modo. Al menos, teníamos una cosa en común, dos cosas: la soledad y el fracaso. El viejo checoslovaco; ése era el hombre que yo necesitaba.
   Cuando llegue frente a la roñosa vidriera del negocio, lo vi. Ahí estaba, tal como lo había supuesto. Una atmósfera desacostumbrada rodeaba al viejo –también allí se regocija uno de que nazca Dios, de que venga y vea cómo es esto–: una mujer pintarrejeada se le acercó y, riendo, le dijo alguna cosa; él no pareció darse cuenta. Sí, ése era mi hombre. Me abrí paso entre las parejas. Enormes marineros de ropas mugrientas, abrazaban a mujerzuelas que se les echaban encima y reían. Alguna de ellas, dijo: ''¿Quién te creés vos que soy?" y, adornando con un insulto bestial, le respondieron quien se creían que era. No podía soportar aquello: por lo menos, no esta noche; pensé que si me quedaba un solo segundo más iba a vomitar, o a golpear a alguien o a llorar a gritos, no sé. Llegué hasta el viejo y lo tomé del brazo:
   –Te venís conmigo –le dije.
   Mi voz debe de haber sido insólita, el hombre alzó los ojos, unos ojos celestes, clarísimos, y balbuceó:
   –¿Qué dice usted, señor? ...
   – Que ahora mismo te venís conmigo, a mi casa, a pasar una Nochebuena decente.
   – Pero, ¿cómo, yo... con usted? . . .
   Casi a rastras lo saqué de allí. Nadie, sin embargo, nos prestó atención.

   Faltaba algo más de una hora para la medianoche. El viejo, cohibido al principio, de pronto empezó a hablar. Tenía un acento raro, dulce. Se llamaba Franta, y creo no haberme sorprendido al darme cuenta de que no era un hombre vulgar: hablaba con soltura, casi con corrección. Acaso yo le había preguntado algo, o acaso, rota la frialdad del primer momento (para esa hora ya estábamos bastante borrachos), la confesión surgió por si misma. El hecho es que habló. Habló de su país, de una pequeña aldea perdida entre colinas grises, de una mujer rubia cuyos ojos –así lo dijo– eran transparentes y azules como el cielo del mediodía. Habló de un muchachito, también rubio, también de ojos azules.
   – Ahora será un hombre –había dicho–. Hace treinta años, cuando vine a América, el apenas caminaba.
   Dijo que ese era su último recuerdo. Bebió un trago de champán y agregó:
   – Y pensar, señor, que ahora tiene un hijo... Qué cosa. Y yo me los imagino a los dos iguales, qué cosa. Yo pensé entonces en aquel nieto: ojos de cielo al mediodía, cabellos de trigo joven. De qué otro modo podía ser. Solo que el viejo Franta, difícilmente iba a comprobarlo nunca.
   Dije:
   – Pero, ¿Como te enteraste de ellos?
   – El capitán de un barco mercante, señor, me reconoció hace un mes. Yo pensaba, me acuerdo, como era posible reconocer en ese pordiosero que tenía delante, en ese viejo entregado, roto, la imagen que dejó en otro treinta años atrás. Y ahora pienso que siempre queda algo donde hubo un hombre, y quién sabe: a lo mejor, a mi también me va a quedar algo cuando, como el viejo, tenga la mirada turbia y le diga "señor" al primer sinvergüenza bien vestido que me hable. Pregunte:
   –¿Y no intentaste volver? ¿No trataste...?
   Él me miró, perplejo; después, a medida que hablaba, su cara fue endureciéndose.
   –Volver. ¿Volver así? Usted lo dice fácil, señor; pero es.... es muy feo. Volver como un mendigo –el tono de su voz empezó a ser rencoroso–, un mendigo borracho, ¿sabe?, que en la puerta de la iglesia pide por un Dios en el que ya no cree... No, señor. Volver así, no. Ella, Mayenko, se murió hace mucho, y mejor si allá piensan que yo también me morí hace mucho... –hizo una pausa, ahora hablaba como quien escupe–. Yo me jugué la plata que había juntado para hacerla venir, ¿sabe?, y entonces ella se murió. Esperando. ¿No ve que todo es una porquería, señor?
   La palabra es una caricatura miserable. Quién puede explicar con palabras, aunque este contando su propia vida, todo lo que induce a un hombre a entregarse, a venderse todos los días un poco, hasta llegar a ser como vos, viejo. Cuántas pequeñas canalladas, cuántas porquerías imperceptibles, forman esa otra gran porquería de la que él habló: el alma. Pobre alma de miserables tipos que ya han dejado de ser hombres y son bestias, bestias caídas, arrodilladas de humillación. Dijiste:
   – Qué vergüenza, señor.
   Eso dijo: qué vergüenza. Y después agregó no poder matarse.

   Para el viejo Franta yo era algo así como un millonario, tal vez un poco desequilibrado y algo artista (mis ropas, la manía que tengo de escribir en los tugurios, y acaso el candelabro, le habían hecho suponer semejante desatino), yo era un loco con plata, digo, que buscaba literatura en los bajos fondos de Buenos Aires.
   Y entonces empezó a darme vueltas en la cabeza aquella idea que, más tarde, se transformaría en un colosal engaño. Pero antes quiero decir algo: miento prodigiosamente. Y es natural. La fantasía del que está solo se desarrolla, a veces, como una corcova de la imaginación, un poco monstruosamente; con ella elabora un universo tramposo, exclusivo, inverificable que –como el creado por Dios– suele acabar aniquilándose a si mismo. El suicidio o la locura son dos formas del Apocalipsis individual: la venganza de la soledad.
   Pero este es otro asunto. Lo que quería explicar es que amo la mentira, la adoro, me alimento de ella y ella es, si tengo alguna, mi mayor virtud. Miento, de proponérmelo, con maestría ejemplar, casi genialmente. Y esta noche puse toda mi alma en el engaño.
   El me creía rico y caprichoso, pues bien: lo fui. A medida que yo hablaba bebíamos sin interrupción, y a medida que bebíamos, mi palabra se hacía más exacta, más convincente, más brillante. Lo engañe, pobre viejo, lo engañe y lo emborraché como si fuera un chico. De todos modos, no puedo arrepentirme de esto.
   Conté una historia inaudita, febril, en la que yo era (como él quiso) uno que no entraría aunque un escuadrón de camellos se paseara por el ojo de la aguja. Mi fortuna venía de generaciones. Jamás, ni con el más prolijo y concienzudo derroche, podría desembarazarme de ella; esta forma de vivir que yo llevaba –él lo había adivinado– no era más que una extravagancia, una manera de quitarme el aburrimiento. El viejo, poco a poco, empezó a odiarme. Y yo, mientras improvisaba, iba llenando una y otra vez nuestras copas. Ennoblecida por el alcohol, la idea aquella se gestaba cada vez más precisa, fascinante, yo haría feliz a ese pobre diablo. Aunque todavía no sabía cómo.
   De pronto dijo:
   –Pero, ¿por qué señor, por qué...?
   No acabó de hablar: no se atrevió. Entendí que en ese instante me aborrecía con toda
su alma. Ah, si él, el mugriento vagabundo, hubiese tenido una parte, apenas una parte de mi supuesta fortuna. Sí, yo sabía que él pensaba esto; yo sabía que ahora
   solo pensaba en una aldea lejana, en un chico de mirada transparente y pelo como trigo joven. Sin responder, me puse de pie. Fui a buscar las dos últimas botellas que nos quedaban.
   Le estaba dando la espalda ahora, pero podía verlo: inconscientemente su mano se había cerrado sobre el mango de un cuchillo que había sobre la mesa, pobre viejo. Ni siquiera pensaba que, de una sola bofetada, yo podía arrojarlo a la calle despatarrado por la escalera. Empezaba, el también, a ser una persona.
   De golpe, volví a la mesa: sus dedos se apartaron.
   Dije:
   –¿Sabés por qué? ¿Querés saber por qué?...
   Bebimos. Hubo un silencio durante el cual miré rectamente sus ojos; después, bajando la cabeza como aplastado por el peso de lo que iba a decir, agregué con brutalidad:
   –¿Sabés lo que es el cáncer, vos?
   El viejo me miraba. Apoyé las manos sobre la mesa y, con mi cara al nivel de la suya, dije:
   – Por eso. Porque yo también soy un pobre infeliz que no se anima a partirse la cabeza contra una pared.
   El viejo, que me había estado mirando todo el tiempo, de pronto comprendió lo que yo quería decir y sus ojos se hicieron enormes.
   Concluí secamente:
   – Por eso.
   – Quiere decir...
   – Quiero decir que estás hablando con uno que ya se murió. ¿Entendés? Y entonces, ni toda mi plata ni toda la plata de veinte como yo, van a poder resucitarme –me erguí, hablaba con voz serena y contenida–. Por eso vivo lo poco que me queda como mejor me cuadra. Yo no pertenezco al mundo, viejo. El mundo es de ustedes, los que pueden proyectar cosas, lo que tienen derecho a la esperanza, o a la mentira. Yo soy menos que un cadáver.
   Mis últimas palabras eran tal vez demasiado teatrales, pero Franta no podía advertirlo.
   – Calle usted, señor... –murmuró aterrado.
   Entonces, súbitamente, di el toque final a la idea que me torturaba:
   – Un cadáver –dije con voz ronca– que ahora, por una casualidad en la que se adivina la mano de Dios, acaba de encontrar un motivo para justificarse.
   De pronto, la noche del puerto se hizo fiesta. En todos los muelles las sirenas empezaron a entonar su histérico salmodio y el cielo reventó de petardos. Brindamos con los ojos húmedos. Fuegos multicolores se abrían en las sombras, desparramando sobre el mundo extravagantes flores de artificio. Fue como si una enloquecida sinfonía universal acompañara mis últimas palabras absurdas y solemnes.
   – Por Dios, Franta –dije, y creo que gritaba–; por ese Dios en el que vos no creés y que acaba de nacer para todos los hombres, yo te juro que toda mi fortuna servirá para que vuelvas a tu tierra. Es mi reconciliación con el mundo. Vas a volver viejo, y vas a volver como un hombre.
   La Nochebuena se ardía. Pitos, sirenas y campanas se mezclaban con los perfumes nocturnos y entraban en tumulto por la ventana abierta. A nadie le importaba, es cierto, el muchachito que pataleaba en el pesebre, pero todos querían gozar del minuto de felicidad que les ofrecía, él también, con su maravillosa patraña. En la tierra bajo la estrella, los hombres de buena voluntad se emborrachaban como cerdos y daban alaridos.
   Franta me miró un instante. Sus ojos brillaban desde lo más profundo, con un brillo que ya no olvidaré nunca: me creía. Me creía ciegamente. En un arrebato de gratitud incontenible me besó las manos y balbuceo llorando:
– No te olvidaré mientras viva.
   Me había tuteado. Había dejado de ser la bestia sometida y mustia. Era un hombre: yo había cumplido mi obra.
Su cabeza cayó pesadamente sobre la mesa . Estaba borracho de alcohol y de sueños. En esa misma posición, se quedó dormido. Soñaba que volvía a la pequeña aldea de colinas grises y acariciaba unos caballos rubios y miraba unos ojos tan claros como el cielo del mediodía.
   Con todo cuidado retiré mis manos de entre las suyas, y me levanté, tambaleante. Tu cabeza era suave y blanca, viejo; yo la había acariciado.
   Después levanté el pesado candelabro de plata. Amorosamente, con una ternura infinita, poniendo toda mi alma en aquel gesto y sin meditar más la idea que desde hacía un segundo me obsesionaba, dije: Feliz Nochebuena, Franta. Y le aplasté el cráneo. 



Abelardo Castillo.

miércoles, 28 de julio de 2010